Memorias de una gran celebración de amor en el bosque michoacano, brindis rodeados de pinos en una fiesta vestida de algodón y chuspata del lago de Cuitzeo. Texturas de ensambles de naturaleza muerta en tonos tierra y pastel al centro de cada mesa, suaves servilletas en colores crudos y sopa tarasca servida en barro de Capula. Charlotte paseó entre las mesas y los invitados para congelar el tiempo en composiciones espontáneas, de por sí efímeras, romantizando cada escena, cada veta, hilo y arruga con su particular estilo para provocar nostalgia en una foto.
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